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ccurrsseed eexxpeediittiioon))
- Bien – dijo Jimmy
Keller, mirando más allá del tren de aterrizaje, hacia donde el cohete
descansaba en medio
del desierto. Un viento solitario soplaba en el desierto, y Hugh
Bullford dijo:
- Sí. Es hora de
partir hacia Venus. ¿Por qué? ¿Por qué queremos ir a Venus?
- No lo sé –
respondió Keller – Simplemente no lo sé.
El cohete aterrizó
sobre Venus. Bullford comprobó el aire y exclamó en tono asombrado:
- ¡Pero…, el aire es
bueno, como el viejo aire de la Tierra! Perfectamente respirable.
Ambos salieron, y fue
el turno para el asombro de Keller.
- ¡Caray, es como una
primavera en la Tierra! Todo lujurioso y verde y bonito. ¡Caray, es…
es el Paraíso!
Corrieron al
exterior. Las frutas eran exóticas y deliciosas, la temperatura perfecta.
Cuando cayó la noche
durmieron afuera.
- Voy a llamarlo el
Jardín del Edén – afirmó Keller con entusiasmo.
Bullford contemplaba
el fuego.
- Este lugar no me
gusta, Jimmy. Siento que está todo mal. Hay algo… maligno en los
alrededores.
- Eres feliz en el
espacio – se mofó Keller – Duérmete.
A la mañana siguiente
James Keller apareció muerto.
En su rostro había
una mirada de horror que Bullford esperaba no volver a ver jamás.
Bullford llamó a la
Tierra luego de enterrarlo. No obtuvo respuesta. La radio estaba
muerta. Bullford la
desarmó y volvió a armarla. No había nada roto en ella, pero el hecho
persistía: no
funcionaba.
La preocupación de
Bullford fue en aumento. Corrió al exterior. El paisaje era igual de
agradable y feliz.
Pero Bullford podía notar la maldad en él.
- ¡Tú lo mataste! –
gritó - ¡Lo sé!
De repente la tierra
se abrió y se deslizó hacia él. Volvió corriendo a la nave, al borde
del pánico. Pero no
lo hizo sin antes tomar una muestra de tierra.
Analizó la tierra y
entonces el terror se apoderó de él. Venus estaba vivo.
De repente la nave
espacial se inclinó y cayó. Bullford gritó. Pero la tierra se cerró por
encima de él y casi
pareció relamerse los labios.
Luego volvió a la normalidad, esperando
a la próxima víctima…
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